domingo, 19 de junio de 2016

La Senda de los Caracoles


No sabrás todo lo que valgo hasta que no 
pueda ser junto a ti todo lo que soy.

Gregorio Marañón


 "Yo sé que es enojoso para los jóvenes el que un médico les hable de moral profesional. Por lo menos a mí, cuando tenía vuestros años, me hacía poca gracia. En el sacerdote y el legislador es aceptado que prediquen los preceptos del bien y los mandatos de la justicia. Pero un profesional que habla de lo que está bien y de lo que está mal en el ejercicio de su cotidiano quehacer suscita, casi siempre, un eco de recelo en los que le escuchan. Sólo puede eludirse este recelo cuando el que habla lleva largos años, no teorizando desde su despacho, sino luchando día a día con los conflictos que suscita la relación con los que sufren, la convivencia con otros médicos, con la familia de los propios enfermos y con todo ese mundo de dolor, de esperanza y pasiones, unas malas y otras buenas, en el que nosotros vivimos sumergidos. Pero aun en esas condiciones, que son las mías, toda la prudencia y toda la humildad parecerán insuficientes. Un médico no está jamás autorizado a juzgar la conducta de los demás, sino pura y simplemente a exhibir la propia vida en lo que pueda tener, no de ejemplo, sino de ejemplaridad, es decir, de intención; que unas veces acertó y se equivocó otras, quizás la mayoría. Sólo así me presento ante vosotros. Yo no osaría alegar en un certamen científico mis publicaciones, ni mis cualidades de clínico en un examen profesional. Pero ante el juez más riguroso comparecería con la frente sin sombras para decir que nunca, ni por vanidad, ni por interés, ni por ninguna otra razón de este mundo, he rozado a sabiendas los deberes de la ética profesional. Cuando me he equivocado ha sido siempre sin quererlo, quedando siempre a salvo la intención. Y la intención es lo más digno que el hombre puede ofrecer al juicio de los demás. Porque en contra del refrán que asegura que el infierno está empedrado de buenas intenciones, yo diría que el camino que conduce al cielo, los hitos que marcan la ruta verdadera son, principalmente, las buenas intenciones de nuestra frágil humanidad."

 "En teoría, se necesita, para ser un buen médico, una calidad muy excelsa de vocación. Si ha de ejercer su vocación en las condiciones medias, su hallazgo continuo será el dolor y, lo que es aún más terrible, la suciedad; su tiempo estará siempre hipotecado por el accidente que no espera; renunciará voluntariamente a lo que es más grato a los hombres, y todos, hasta los más humildes alcanzan: la repartición libre y previa de sus días y de sus descansos; y, en suma, su asistencia social será no más alta, pero sí mucho más abnegada y penosa que la del mismo sacerdote, porque éste no tiene que afilar todos los días su ciencia, como el galeno, y, sobre todo, porque el sacerdote no se acerca a la miseria humana, como nosotros, con la carga terrible de la responsabilidad. El sacerdote sabe que va a hacer seguramente un bien y que va, seguramente, a dejar en pos de sí una estela de veneración. El médico, en cambio, no sabe si, con toda su ciencia y buena fe, acertará. Y sabe menos todavía si, acertando o no, le acompañará la gratitud o el respeto.
 Un alma, además, por sucia que esté, es siempre interesante. El cuerpo, muchas veces, no puede serlo ni aun para el médico de más firme vocación. Ha de ser, pues, la vocación del galeno de los quilates más altos para cumplir un día y otro, con las noches que sean precisas, su misión abnegada y oscura."

 "Lo que fundamentalmente ennoblece al oficio de la Medicina es, en efecto, el espíritu artesano. Hay que recoger el sentido profesional de la Medicina del arroyo, donde lo han dejado malparado los pecados de los propios profesionales y el desdén de los investigadores."

 "En tiempos de paz a veces renegamos de nuestra profesión, porque somos de barro y no siempre sabemos llevar demasiado en alto la bandera sagrada de nuestra misión. Mas cuando llega la guerra, invariablemente, la conducta del médico es tan noble  y tan deshumanizada -porque entonces humanidad equivale a barbarie-, que se siente, en lo entrañable del espíritu, el orgullo de ser médico. El médico, en la guerra, es el único que no quiere matar, el único para quien no existe el enemigo, porque no hay enemigo capaz de esconderse dentro de un hermano."

 "Si entre la receta, la más simple, la de un jarabe para la tos, y la mente que lo prescribe no hay un pequeño mundo de información de lo que es el hombre y el hombre que receta, el jarabe calmará la tos menos efectivamente que si ese mundo existe."

 "Los médicos nos damos cuenta de que hay un margen en torno de cada trastorno, incluso del más orgánico, que sólo se deja atacar por la brecha ideal y misteriosa de la sugestión; y que cada médico, aún sabiendo las mismas cosas y empleando las mismas recetas que los demás, lleva consigo una cantidad específica de energía curativa de la que él mismo no se da cuenta y de la que, en definitiva, depende su eficacia, tanto como de su experiencia y de su ilustración.
 Y esta fuerza, que no creo que deba llamarse extracientífica, depende, en último término, de su deseo ferviente de aliviar a sus semejantes; en suma, del rigor y de la emoción con que sienta su deber."

 "El médico no sabe de los hombres más que cualquier otro conocedor de la vida. Lo he dicho muchas veces: nada hay más impersonal que la enfermedad, como no sea el pecado; y, por eso, el médico que sólo ve en los enfermos los síntomas -como el confesor que sólo se entera de los pecados de su penitente- está muy amenazado de no saber casi nada de cómo es, en verdad, el que sufre del cuerpo y del alma."



                  La Medicina y los Médicos. GREGORIO MARAÑON.



               No la saques sin razón ni la guardes sin honor

                   (Sentencia escrita en las antiguas espadas españolas)